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Después del ¡Claro que Sí acepto!



Cuando la gente que nos rodeaba en la iglesia se dio cuenta de que Carlos me estaba pidiendo matrimonio aplaudieron eufóricamente, esto llamó mucho la atención curiosa de gente más alejada que no había escuchado de que se trataba todo el alboroto.


Carlos y yo continuamos abrazados un momento y luego nos integramos para recibir los abrazos de la familia, e incluso de algunos extraños, que aparentemente se habían contagiado del romanticismo del momento.


Y hablando romance, confieso que la forma en que Carlos eligió declararse no fue la que había soñado, ni siquiera soy tan religiosa.


Sé que no fue la propuesta más elegante, no hubo una copa de vino, yo no lucía un costoso vestido de diseñador, no hubo un restaurante francés con música de violines de fondo.


No sé si fue la declaración más romántica pero, a pesar de que rompió completamente con mis expectativas y sueños, fue muy conmovedor, quizá mucho más emocional que si lo hubiese hecho según mis sueños adolescentes. Por cierto, en estos sueños, de alguna forma, yo sabría de antemano que Carlos estaba a punto de darme el Anillo para lograr planearlo a la perfección y lucir de menos como la princesa Kate en un evento de estado.


En vez de eso, Carlos no soltó mi mano durante la celebración a mamá Lupe y debo contarte que ha sido quizá el momento más espiritual que he vivido (no es que haya asistido a muchas misas fuera de las obligatorias por celebraciones familiares).


Esas horas me sentí llena de espiritualidad, fue como vivir un cuento de hadas entre oraciones y solemnidad. Durante esas horas, el mundo que generalmente es un completo lio fue bello... todo estaba en paz.


Cuando logramos salir de los alrededores de la Iglesia y el tráfico se apaciguó un poco, mis suegros insistieron en ir a mi casa para dar a mi familia la gran noticia. Mi cara mostró evidentes dudas ya que eran más de las 2am y yo estaba agotada. Pero por más que quise explicarles que deberíamos hacerlo de la forma tradicional no logré convencerlos.


Que los padres de mi novio vayan a pedir mi mano en una cena formal y preparada también era una imagen con la que había soñado. Cansada, sudorosa y aún mareada por lo sucedido no era, una vez más, el mejor escenario en mi mente y rompía con mis expectativas románticas y de protocolo.


Cuando llegamos a mi casa todos bajaron del auto sin titubear. Eso y las luces prendidas en la sala de mi casa me hicieron sospechar que yo había sido la última en enterarse que Carlos me iba a proponer matrimonio... sospecha que confirmé cuando entramos entre gritos, abrazos y felicitaciones.


Mi mamá me abrazó llorando de felicidad y ahí olvidé por un momento que me hubiese gustado ser yo la que le diera la noticia más importante de mi vida.


Tomé una copa de champagne que nos tenían preparada y la bebí casi de un solo trago, un poco por aminorar el cansancio y un poco por salir de la vorágine mental. No podía sacarme de la cabeza que mi momento soñado no estaba sucediendo como yo lo quería.


El champagne si me quito el cansancio pero no los pensamientos. Hubo preguntas incesantes de mi hermana que quería todos los detalles, comentarios volando sobre ese y 10 temas más. Carlos me miraba contento pero parecía inspeccionar en silencio mis reacciones al grado que comencé a sentirme asfixiada. Me disculpe y salí de la casa para tomar aire.


¡¿Qué me está pasando?! Dije en voz alta apenas cerré la puerta y corrí al patio. "Debería estar feliz, no asfixiada debería ser el momento más feliz de mi vida, tanto que bloqueara cualquier situación o pensamiento tonto". En cuanto pronuncié la palabra "debería" mi piel se erizó y quede fría con mi propia reflexión. ¿Podría ser que esto no es lo que realmente quiero?


Verás, me considero una persona racional. Soy abogada en un reconocido bufete y me ha costado 8 años de mi vida hacer que me tomen en serio, primero por ser novata y después por ser mujer.


Escalar la confianza de los socios y ganarme una posible invitación a ser socia ha sido hasta hoy la lucha más importante de mi vida.


Carlos vivió conmigo 3 de esos 8 arduos años y aunque siempre me ha apoyado no podía dejar de preguntarme, ¿este matrimonio podría afectar mi carrera? En ese momento tuve un pensamiento con olor a revelación:


¡Había pasado dos días acampando afuera de una iglesia para complacer a mi novio y su familia!, permití que vinieran a las casi 3 am a dar la noticia que debí darle a mi familia, yo, a solas. Estaban controlando todo, ¿esto es el inicio de algo mucho peor?


Yo Fernanda, yo la independiente, la racional y práctica Fernanda. ¿Por qué lo permití?, ¿dónde deje mi determinación y mis creencias?, ¿cómo sucedió eso?


Y más escalofriante aún; ahora que mi papel será de esposa y no de novia ¿hasta dónde podría ceder sin darme cuenta y dejar de ser yo misma?


Siempre fui el tipo de mujer que se reía de esas pobres que dejan todos sus sueños x un hombre, ¿ahora soy una de ellas?


  • No escuches a tu mente, este momento le pertenece a tu corazón.


Mi padre estaba parado justo atrás de mí y me hablaba casi como leyera mi mente.


  • ¿De me que hablas papá? – pregunté pretendiendo con esperanza de alejarlo de mi mesa de debate mental y recuperar la soledad de mi espacio.


  • Tus hermanos son como tu madre, entregados, atentos y volcados a la familia. Tú me recuerdas a mí, desde siempre. Si no me equivoco, estás en el patio de la casa en vez de estar celebrando tu compromiso por que temes lo que debes dejar atrás para formar una familia. Estas pensando en tu carrera y en tu libertad.



No fue un momento agradable, tuve una rara sensación de desnudez mental con mi padre. Nunca fue un consejero habitual, eso siempre se lo dejá a mamá… ¡Dios ¿por qué se le ocurrió comenzar a ser consejero justo hoy?!


Mi padre podría argumentar con razón que heredé de él mi actitud concisa y práctica, pero lleva 35 años casado con mi madre y lo vi hacer a un lado sus intereses más de una vez. En el fondo mi padre es un romántico empedernido disfrazado de racional y es justo lo que No necesitaba en ese momento. Así que dije lo que sabía que quería escuchar.


  • Estoy bien papá, todo paso muy rápido, solo estoy grabándolo en mi mente para que en 50 años pueda recordar lo que estoy sintiendo.


Mi padre guardo silencio un momento y después me dio lo que creo es el consejo más simple y pragmáticamente sabio que me ha dado hasta hoy.


  • Fernanda, lo único que necesitas saber hoy es que debes dormir para tener las ideas claras. Ven, vamos a despedir a los invitados. Mañana verás todo con ojos frescos y con objetividad. Te prometo que por la mañana todo se verá diferente.


Me extendió su mano y yo la tomé, creo que fue por nostalgia, no lo hacía desde el día de mis XV años cuando me ayudó a bajar esas ridículas escaleras para presentarme “en sociedad” en la fiesta obligatoria que me dieron cuando yo lo que quería era un viaje a Europa.


Por la mañana me despertó la luz del sol que me daba de lleno en la cara. Siempre tengo la cortina cerrada y la abro al levantarme así que no sé cómo sucedió.


Después de tallarme los ojos y pisar un poco la realidad, recordé lo que había sucedido una noche antes.


¡Estoy comprometida!


Por impulso mire el anillo en mi mano y sonreí involuntariamente. Fue un detalle somero, pero entendí lo que mi padre me había dicho la noche anterior. Todo lo que necesitaba era dormir para que las voces en mi mente se acallaran, ya no hay más dudas, simplemente estoy feliz.








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