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Historias de una Novia


Estamos en la semana intermedia entre la navidad y el año nuevo. Mucha fiesta al rededor, mucha familia, muchas visitas de amistades, aires festivos, muchos abrazos y muestras de cariño.


También está presente el típico drama de los diciembres. No sé porque el drama se acentúa este mes, quizá porque tenemos emociones a flor de piel, algunos reencuentros no siempre son cómodos, a veces son estresantes y a veces te llenan de vida y alegría. De cualquier forma diciembre parece ser un empujón hacia vivir las emociones. Adicionalmente a estas típicas decembrinas, yo he estado viviendo mis propias emociones fuertes.


Hola. Mi nombre es Fernanda Noel y en este blog guardaré un díario del mi proceso de Boda. De inicio, muchas gracias por leerme y espero que este ejercicio les resulte entretenido y, ¡por que no!, nuritivo para ustedes y para mi. Mi historía de Boda comienza con un inusual acercamiento religioso.


La familia de mi novio Carlos es muy devota al catolicismo, mi familia es más bien, como decirlo, una familia católica libre-pensadora, que es otra forma de decir que no acatamos con disciplina los compromisos religiosos, por ejemplo ir a misa cada 8 días.








Hace un año que mis suegros me insisten que viva la experiencia de ir un 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe.







No estoy en contra... pero nunca ha sido lo mío; ver como esa gente pasa días enteros haciendo guardia para que les toque un lugar en el templo... no me motiva ni un poco. Es un rito que respeto pero no es algo que haría por mi propio pie. Mi estilo es más como elevar una oración para felicitar a la Virgen de Guadalupe entre los comerciales de mi serie favorita y desde la comodidad de mi sala.


Cuando lo comenté con mi familia durante la cena me topé con muchas risas , sobretodo de mi hermano menor que parecía regocijarse de la tortura que me esperaba. De hecho sus palabras irónicas y textuales fueron, "Por fin se hizo justicia Divina" mientras levantaba los brazos al cielo. "Podría estar presente solo para verte envuelta en una cobija, tratando de dormir en una silla plegable o ir al baño... pero la verdad no te odio tanto."


Terminé aceptando el reto, sin mucho ánimo, después de que, hasta mi novio que nunca me presiona en cosas de religión, insistió que me uniera al plan, insistió mucho y con muchos argumentos.


No les voy a mentir, pasar dos noches acampando en el atrio de la iglesia fue sumamente incomodo, pero lo cierto es que me divertí, mi familia política y yo tuvimos la oportunidad de conocernos profundamente ya que no hay nada más que hacer además de esperar.


Escuché muchas historias incluida aquella de la primera y única vez que habían pasado por esta locura guadalupana. Me alegró mucho saber que no era una costumbre familiar de todos los años... uffff. Fue como volver a mi infancia, a los campamentos de boy scauts pero sin la fogata y los bombones (ustedes y yo sabemos que eso es lo más divertido).


Al llegar el momento esperado (que nos dejaran pasar a la iglesia para estar en la misa a la Virgen) la emoción de llegar por fin a la meta tapó un poco el cansancio que para entonces sentía.


Avanzar fue caótico y muy apretado por la cantidad de gente, que como en el metro en hora pico, prácticamente te lleva sin que necesites caminar.


Finalmente la marea de personas nos estacionó en un lugar, por suerte frente al altar, aunque de pie pero podríamos ver la misa al menos. También podríamos presenciar a distancia cuando Lucerito entre otros artistas entonarán sus trinos.


En el altar, un monaguillo hacía una última revisión para que todo estuviera listo, se podía sentir que la ceremonia por la que habíamos esperado dos días iba a dar inicio.


Fue muy raro cuando mis suegros y mis dos cuñados comenzaron a hablar con la gente que los rodeaba, pidiendo amablemente un poco de espacio para un momento especial, y lo más curioso fue cuando la gente, contra toda predicción, comenzó a hacerse hacia atrás aunque con muchas dificultades.


Mientras yo trataba de explicarme por qué de pronto a mi familia política le daba un repentino ataque comunal de claustrofobia, observe con el rabo del ojo que Carlos se puso en una rodilla a mi lado.


Al voltear vi el añillo de su abuela, el mismo que tanto presumía mi suegra. Hasta entonces entendí lo que estaba sucediendo y me llene de ternura, seguida por muchas lágrimas y sonrisas de nervios. Mi mente se revolucionó con mil pensamientos, a tal grado que me costó trabajo enfocarme cuando Carlos comenzó a hablar.


"Fernanda: Al aceptar venir a esta travesía me permitiste hacerte esta pregunta ante los más grandes testigos del amor que te tengo: ante mi familia, la Virgen María y Dios. Sería un honor que aceptaras vivir junto conmigo la travesía más emocionante de todas....Fernanda ¿Quieres ser mi esposa?"


Sentí que tarde años en contestar, mi todo por dentro gritaba Sí, pero el llanto y la emoción no me lo permitían. Detecte en los ojos de Carlos miedo a mi falta de respuesta así que moví la cabeza fuertemente en signo de aceptación, me hinqué, lo abracé y entonces pude pronunciar: ¡Claro que Sí, el honor es mío!









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